La nueva normalidad o ¿la nueva desigualdad…?
Algunos apuntes desde la antropología, parte 2.
Texto y fotografías: Carlos Ernesto Cano.

En Guatemala y en varios países de Latinoamérica, alcanzamos o estamos a punto de llegar a los 3 meses de confinamiento voluntario/impuesto (toque de queda en varios países), ante la pandemia provocada por el COVID19 y desde hace algunas semanas se habla y discute desde las esferas gubernamentales sobre el retorno a la nueva normalidad y es acá en donde las interrogantes surgen, por ejemplo, para que se hable de algo nuevo es porque lo viejo le precede, es decir, la antigua norma. Pero cuál era esa normalidad antigua de la que se habla y qué significaba esa norma que regía el mantenimiento y sostenimiento del orden anterior, es decir del statu quo.
Para eso entenderemos a la “norma” como un comportamiento ideal, que establece un criterio de perfección o excelencia tal que, de hecho es inalcanzable para la mayoría de las personas en la colectividad o sociedad en donde se aplica la regla y si se violenta, se aplica el castigo.
De igual forma entenderemos a la desigualdad, no como provocador de la miseria en el país y en el mundo, sino como consecuencia de un sistema que oprime a la mayoría de las personas y beneficia a un puñado de gente, la élite económica, es decir la desigualdad no es origen, es consecuencia, es resultado del sistema de despojo.
Con el avanzar del sistema capitalista y el desarrollo de las llamadas ciencias sociales durante el siglo pasado, pero sobre todo en la teoría antropológica, se ha desarrollado toda una literatura sobre las normas, las convenciones sociales y sus contrarias, las desviaciones y las anomias sociales. Las primeras están acompañadas de premios/recompensas a quienes respeten la normalidad y las segundas vienen con castigos ejemplares/escarmientos para quienes se atreven a violentar, cuestionar y/o quebrar el orden establecido. Entonces damos por sentado que, en la nueva normalidad, deberán existir nuevas desviaciones y nuevas anomias sociales, nuevas rupturas, nuevos agitadores que promuevan las rupturas de las nuevas normas, es decir nuevos delitos, nuevos crímenes.
El #QuedateEnCasa
Para que algunas personas puedan quedarse en casa, significa que hay otras que deben salir, esto quiere decir que el privilegio no alcanza para todos. La sociedad de clases, se fortalece y las/los empobrecidos aumentan. De igual forma el “quédate en casa” es una frase elitista, derivado que afuera en la inseguridad de la calles, existe todo un ejército de trabajadores (mensajeros, motoristas, repartidores de comida, medicina, etc.) que todos los días sostienen ese nuevo orden, esas nuevas normas, esa nueva comodidad, la comodidad de vivir a través de la pantalla y el plástico (porque el dinero plástico es limpio y el papel dinero es sucio, está contaminado). Pero las normas tienen sustento y cabida en las clases sociales, las normas son regidas básicamente por el poder adquisitivo que otorga una vida con ciertos privilegios dentro de una sociedad piramidal, basada en la sociedad de castas de antaño que rigió durante mucho tiempo a la sociedad guatemalteca y latinoamericana, pero en el presente el racismo, clasismo, discriminación y la exclusión son varias de sus raíces y que no han podido ser cortadas del todo, entonces la nueva normalidad en teoría, debería de cortar de tajo estas características (normas) sociales, porque la nueva normalidad no debiese ser sólo una nueva normalidad sanitaria, sino una nueva normalidad social, idealmente.


La nueva normalidad sanitaria… Pero sin agua para la gente
La disponibilidad total de agua en Guatemala es de 93,000 millones de metros cúbicos promedio anual. De las tres vertientes donde se encuentran las distintas cuencas, la del Golfo de México representa el 49.2% de disponibilidad hídrica; la del Océano Pacifico el 25.2%, y la del Atlántico el 25.3 %.
En la Vertiente del Pacifico, la disponibilidad promedio anual en millones de metros cúbicos es de 23,808.82, siendo la cuenca Nahualate con 2,306.26, la de mayor disponibilidad promedio anual. En la Vertiente del Atlántico es de 23,612.44, siendo la cuenca del Motagua con 6.522, la de mayor disponibilidad promedio anual. En tanto, es la Vertiente del Golfo de México la de mayor disponibilidad promedio anual con un total de 45,967.20 millones de metros cúbicos, siendo la cuenca del Río Salinas con 14,502.36, la de mayor disponibilidad en esta vertiente. Mientras, a nivel de espejos de agua como lo son los lagos, el de Atitlán, en la vertiente Pacifico, cuenta con 12,570 millones de metros cúbicos; y el Lago de Izabal-Rio Dulce, en la vertiente del Atlántico, con 59,000.00 millones de metros cúbicos, los que mayor disponibilidad promedio anual de recursos hídricos[i]. Para el año 2030, el 47% de la población mundial vivirá en zonas con “estrés hídrico”.
Entonces vemos que Guatemala es un país con suficiente “recurso hídrico”, pero está contaminada, desviada (secuestrada por ingenios azucareros, hidroeléctricas privadas de capital extranjero y grandes extensiones de siembra de palma aceitera) y no llega a los hogares de la gente. Si el antiguo orden o la antigua normalidad nos indican desigualdad en la distribución del vital líquido, en la nueva normalidad sanitaria debería prevalecer el acceso al agua para cumplir la máxima del nuevo orden, “lavarse las manos constantemente”. Pero vemos que está nueva normalidad será sólo para quienes puedan pagarla, para quienes puedan verla y vivirla a través de la seguridad del hogar y la limpieza del dinero plástico, la seguridad de la burbuja llamada hogar, hipervigilida e hiperconectada.
Los beneficios de una sociedad desigual
El pasado viernes vimos como una fiesta, a la cual la mayoría de asistentes eran jóvenes ladinos (¿mestizos?) de clases medias-altas urbanas participaban en una fiesta en un local de un conocido centro comercial de las afueras de la ciudad de Guatemala, vimos a través de las redes sociales las fotografías que circulaban y como, a pesar las restricciones gubernamentales decenas de jóvenes violentaron el toque de queda impuesto por el gobierno central y se mofaban de las autoridades. Esto pasaba en la ciudad, pero hemos visto en los meses anteriores, como un lustrador de zapatos y vendedoras de verduras en mercados son criminalizadas y llevadas a prisión por no respetar las reglas gubernamentales durante esta crisis sanitaria. Por un lado se permite que a las personas que se asumen como “no indígenas”, se les permita el contacto y la socialización, mientras que a las personas de las clases populares urbanas y a los pueblos originarios se les aplique todo el castigo ejemplar, es decir, en la transición hacia la nueva normalidad, los castigos de la vieja normalidad, se siguen ejerciendo en contra de los empobrecidos.
Entonces, la nueva normalidad será aquella en donde el contacto humano se vea minimizado para que no nos contagiemos, será aquella en donde el dinero plástico reine, en donde las diferencias entre clases sociales se intensifiquen y se acentúen, en donde el pánico al contagio sea la constante.
La vieja normalidad era sucia, virulenta y análoga, la nueva normalidad será limpia, aséptica y digital, pero también será más elitista, más desigual y más vigilada, a menos que las manifestaciones que estamos viendo en los Estados de Unidos de Norteamérica, México, Chile, Francia y otro países, se esparza por el mundo a la velocidad del COVID19 y demuestre que la gente en muchos países se está hartando de las antiguas y las nuevas normas y estemos a las puertas de un cambio de paradigma mundial, todo esto, está por verse y ante un nueva normalidad, seguramente habrá un nuevo caos…


[i] Según el “Perfil del Agro y la Ruralidad en Guatemala 2014” del Instituto de Investigación y Proyección sobre Ambiente Natural y Sociedad, IARNA, de la Universidad Rafael Landívar.